jueves, 12 de julio de 2012

Gracias



Hace unos cuantos meses, mi vida profesional dio un enorme giro. Cuando digo “mi vida profesional” podría ahorrarme el calificativo, y decir sólo “mi vida”, porque al final ese cambio tan brusco ha alterado mis rutinas, mis proyectos y mi tiempo de ocio; incluso mi estado emocional, a muchos y muy diferentes niveles.

Lo reconozco: fue un impacto desembarcar en una empresa tan grande, tan hecha. Todas esas novedades despertaron en mí ciertos miedos y un nivel de estrés (profesional y social) bastante intenso. Más aún cuando las circunstancias (explicarlas no viene al caso) de mi aterrizaje hacían presagiar algunas… digamos "tensiones", cara a mis nuevos compañeros. Al final, como suele ocurrir, la cosa no fue para tanto y en relativamente poco tiempo le he cogido el ritmo a esta nueva andadura. Claro que, en ese proceso de adaptación, ha tenido mucho que ver la actitud de alguna gente: compañeros y compañeras que, con su cariño y su buen rollo, me han hecho sentir un poco menos inseguro. El efecto balsámico de una sonrisa; de un mensaje de wasap a media mañana; de una sobremesa compartida o de un cigarro consumido entre risas y cotilleos tiene un valor para mí incalculable. Por eso hoy quiero darle las gracias a todos esos que, en estos meses, me han puesto más fácil mi nuevo rutina.

Gracias a Inma y a María, que se convirtieron en dos ángeles al recibirme tan calurosamente aquel extraño primer día de trabajo; gracias a Pilar, Kiko y Quim por tenerme en cuenta a la hora de la comida, y darse prisa en bajar a la cafetería para no dejarme solo; gracias a Ana Cristina, por la sincera alegría que ha demostrado al verme de nuevo, después de tantos años; gracias a Salva, a Sol, a Esther, a Mercedes, a Macarena, a Ana Cris, a Jesús, a Carmen, a Isa y a todos los compañeros técnicos que han suplido con su cariño mis limitaciones como novato; gracias a Jose, a Carmen, a Juan José, a Olga, a Manuel; y a todos y todas los que, sin conocerme de nada, me han dedicado un “buenos días”; se han detenido a preguntarme “qué tal”, o me han ofrecido ayuda al verme desorientado.

Y, sobre todo, gracias a Manuela y a Mª José: reencontrarme con ellas después de tanto tiempo ha sido un auténtico regalo.



martes, 3 de julio de 2012

Alegría



Después de todo lo que he oído y he leído estos días, sigo pensando lo mismo: no hay mayor enemigo que un aguafiestas. Si no compartes mi alegría.... no me fastidies, querido. Vale que la cosa está fatal, que hay muchos motivos para preocuparse; que esta especie de vértigo en la que nos tienen sumidos despierta continuamente nuestras alarmas y nos hace sentirnos razonablemente angustiados. Pero precisamente por eso; porque escasean las ocasiones para olvidarse de la tremenda mediocridad en la que tenemos que nadar; ahora más que nunca reivindico el placer de entregarse a la alegría individual y colectiva. Que sí, que todo está muy chungo y dan ganas de emigrar a Marte: pero las ganas de fiesta no me las van a quitar. Ni Rajoy, ni la prima de riesgo, ni Zapatero, ni Griñán, ni todos los agoreros que se pasan el día despotricando en el feisbú.

A mí no me gusta el fútbol; tampoco soy muy fan de las banderas, sea cual sea su color; ya sabía que los jugadores ganan cifras millonarias y cobran primas indecentes (sorprenderse por eso, a estas alturas, me parece, como poco, una ingenuidad); pero reconozco que me he dejado contagiar felizmente por esa euforia generalizada que la Eurocopa ha provocado a mi alrededor. Ver a la gente tan contenta; compartir esa especie de orgasmo nacional, y gritar “gol” abrazado a mis amigos y brindando con cerveza me ha venido estupendamente. No creo que eso me convierta en un inconsciente: sólo intento aprovechar cualquier ocasión para hacer una fiesta. Tampoco me parece una actitud poco saludable, la verdad.