lunes, 28 de enero de 2013

Con papel de fumar






Los que me conocéis sabéis lo poco que me gusta la corrección política. En realidad, más que disgustarme me aburre y me parece, en muchas ocasiones, un ejercicio insoportable de esnobismo. En su nombre se desarrollan acciones gilipollescas y absurdas, que a veces rozan el más absoluto de los ridículos. En lo políticamente correcto se emplean tiempo, energía  y recursos que bien podríamos utilizar para plantear reflexiones más profundas y conseguir mejoras eficientes en nuestra forma de relacionarnos, de tratarnos, de respetarnos e incluso de querernos. Que no, que lo políticamente correcto es casi siempre enemigo de lo creativo. Lo sé por experiencia. Y últimamente no hacemos otra cosa que cogérnosla con papel de fumar.

Toda esta reflexión viene a cuento de una noticia que leí el otro día. Resulta que un grupo de “gente güena” (y quizá bienintencionada) de Uruguay está desarrollando una campaña para que la Real Academia de la Lengua retire de su Diccionario (nuestro Diccionario) expresiones como “trabajar como un negro”, al considerarlas anacrónicas y discriminatorias. En la tele se habla también de otras contrucciones similares, como “hacer el indio” o “dejarse engañar como un chino”. La campaña se llama “borremoselracismodellenguaje.com”, y está teniendo bastante eco en los medios de comunicación. Voy a decirlo de forma sinóptica: me parece una capullada de primer orden. Pero vamos, totalmente.

Para empezar, no es trabajo de la Real Academia juzgar si lo que decimos los castellanohablantes es más o menos moral. Lo que hacen los académicos (entre otras cosas) es recoger las expresiones que utilizamos, con el significado que les damos. Ni más, ni menos. Una tarea ya de por sí complicada, y que generalmente llega con bastante retraso respecto de la realidad lingüística cotidiana. Pero vamos, que esto es lo de menos.

Buscar la literalidad en ese tipo de expresiones me parece casi casi enfermizo. Vamos a ver, señores: cuando digo que “trabajo como un negro” no estoy queriendo decir que “curro más que esos seres inferiores cuyo estado natural es la esclavitud”. Sólo digo que trabajo mucho, y punto. El origen de la expresión ha quedado tan desdibujado, pulido y retocado por el uso cotidiano que ya nada tiene que ver con las personas de color (de color negro, quiero decir). Si digo esas palabras, y alguien me acusa de racista.... bueno, lo más probable es que suelte una sonora carcajada. Seguro que hay gente perfectamente racista que jamás utiliza esa expresión (posiblemente porque ni siquiera la conoce). Además, aparte del sentido estricto de las palabras y expresiones; de su origen y desarrollo histórico; en el acto del habla se da siempre una intención: y esa intención, por reiterada, acaba impregnando las palabras hasta cambiarlas. Se trata de algo tan simple como la evolución. Ignorar esa evolución; o pretender negarla, no resulta demasiado constructivo. Ni tampoco útil.

Por otra parte, ¿de verdad piensan estos señores que eliminado ese tipo de expresiones conseguiremos una sociedad menos racista? ¡Qué idea tan.... ingenua, por decirlo de forma suave! Es como si pensáramos que eliminando del diccionario la palabra “puta” haríamos desaparecer la prostitución. Los hablantes no vamos con un diccionario debajo del brazo, consultando qué expresiones podemos utilizar, y cuáles no. Usamos el idioma, lo manoseamos, enriquecemos y a veces deterioramos.... Pero lo hacemos de acuerdo con nuestra realidad, con nuestras ideas y nuestro sistema de valores; no según lo que dictan los académicos de la Lengua. No sé si esto es bueno o es malo.... pero da igual. Ocurre así, y punto.

Por eso pienso que, para disfrutar de una sociedad más justa, igualitaria y no discriminatoria conviene emplear nuestra energía en hacer otras cosas. ¡Y más con la que está cayendo! Si queremos erradicar el racismo, eduquemos, mezclémonos; convivamos y lleguemos a una conocimiento mutuo, preferiblemente de manera festiva. Y, ya por ser del todo políticamente incorrecto, reivindiquemos las expresiones discriminatorias con humor y naturalidad; para que efectivamente dejen de ser insultos, y se conviertan sólo en eso, en palabras que ya no quieren decir lo que en su día pretendían expresar.

Un apunte personal: podéis llamarme maricón. No me siento insultado por esa palabra. Es más, me hace hasta cierta gracia...

miércoles, 2 de enero de 2013


Mi propósito para el 2013: darme más cancha; soltarme las riendas; no ser tan jodidamente autoexigente; y levantar el vuelo.

Feliz 2013!