Venía
esta mañana escuchando esta canción de Michael Bublé, que se llama
“To be loved”, y… Vale, mentira gorda. No venía escuchándola
esta mañana, pero me viene muy bien sacarla a colación para
introducir esta entrada que me apetece publicar. ¿Por qué tengo que
ser tan jodidamente sincero? Pues por mis moralinas. Y porque estoy
como una puta cabra. Ains… Empiezo de nuevo.
Me
encanta la canción “To be loved”, de mi idolatrado y nunca
suficientemente elogiado Michael Bublé. Para los que no seáis
políglotas como mi amiga Manuela (a la que, de todos los idiomas del
mundo, solo se le resisten algunos dialectos del tailandés, por el
tema del “deje” de sus hablantes, que a ella le chirría un
poco), “To be loved” significa “ser amado”. Bublé glosa en
la canción todos los beneficios de recibir amor; y exalta esa
ambición (la de ser objeto del amor ajeno) como la más
enriquecedora y legítima de todas las ambiciones humanas, por encima
de la riqueza, el poder y la fama. La canción es bellísima, tanto
en el fondo como en la forma. Y me sirve para explayarme aquí con
algunas reflexiones acerca del asunto. Porque para mí, como para
Michael Bublé, ser amado siempre ha sido una gran prioridad vital.
El motor que mueve mis acciones y mis omisiones; mis palabras y mis
silencios. Ser amado… o, mejor dicho, ser BIEN amado. Por precisar.
Y ahora voy, y lo desarrollo.
Como
no pretendo ser (aún más) pretencioso, voy a evitar a mis sufridos
lectores disertar sobre lo que el amor es o deja de ser. Filósofos,
creadores, pensadores y mentes preclaras a lo largo de la Historia
han intentado definir tan escurridizo concepto, con mayor o menor
fortuna. Así que, nuevamente, acudo al Diccionario de la Real
Academia por ver si encuentro una definición que más o menos encaje
con lo que yo pienso que el amor (el BUEN amor) es. Y,
miratúpordónde, nuevamente los académicos me facilitan el trabajo
de síntesis (que, como sabéis, no está entre mis fuertes a la hora
de expresarme), y me regalan esta bella (y bastante completa)
definición, que ocupa (sorprendentemente) el segundo lugar entre las
acepciones del vocablo: “Sentimiento hacia otra persona que
naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad
en el deseo de unión, nos completa, alegra
y da energía para convivir, comunicarnos
y crear”. Ahí queda eso, tan a gusto se han quedado,
oyes. Como habrán podido observar mis más perspicaces lectores, he
destacado algunas palabras de la definición. Es por establecer un
breve sistema de pistas que me guíe en lo que viene ahora, que –
me temo- será una disertación relativamente extensa. E igual no
tiene n ada que ver con esas palabras que he destacado. Así soy yo,
excesivo y un poco caótico en lo verbal (y en otras cosas, también,
como en el uso de los paréntesis. Qué le vamos a hacer).
Como
he dicho, para mí ser amado resulta muy, muy importante. Quizá es
mi máxima aspiración en la vida. Afortunadamente (esto ya lo sabía,
pero en las últimas semanas me estoy dando cuenta de forma realmente
abrumadora); y sin pretender hacerme el guay, resulta que sí, que
soy muy bien amado por bastante gente. Notarlo; percibirlo y
valorarlo me alivia muchos dolores y me resarce de diversas
frustraciones. Las magníficas (porque encima lo son,
magnifiquérrimas) personas que me bienaman se han convertido en el
más importante activo de mi patrimonio. Parafraseando a Gollum, son
“mi tesooooroooo”. Es altamente probable que tú, que ahora estás
leyendo esta extensa y barroca parrafada, pertenezcas a ese grupo al
que tengo tanto que agradecer. Los que me bienamáis, de cerca o en
la distancia, al hacerlo, me completáis, me alegráis; me dais
energía y me invitáis a crear. Y a crearme y recrearme. Sois mi
bálsamo, mi hogar, mi refugio; mi bote salvavidas y mi espacio de
libertad. Me dais mil motivos para celebrar que estoy vivo (y
empezando a colear, de nuevo). Y también sois, para mí (esto es muy
importante, porque aunque a veces lo disimule muy bien yo tengo un
buen baúl de complejos e inseguridades alojado dentro del pecho);
sois, digo, un espejo que me devuelve la imagen de un Javi corregido
y mejorado. O quizá de ese Javi que a veces se me olvida que soy.
Mirándome a mí mismo a través de vuestros ojos, me siento más
poderoso, más brillante, más capaz y mejor persona. Y a veces,
incluso me veo también más buenorro. Esto último me reconforta
mucho, aunque suene a frivolidad (porque lo es, una solemne
frivolidad. Qué le vamos a hacer). La emoción que me asalta cuando
me devolvéis esa imagen mía tamizada y enriquecida por vuestro
buenamor hacia mí…. Bueno, eso no hay éxtasis ni LSD ni setas
alucinógenas que puedan igualarlo. Y sin efectos secundarios, ni
resaca ninguna. Deberíais estar financiados por la Seguridad Social.
Podría
hablar también aquí de lo que significa mal-amar. Pero no voy a
hacerlo. Porque el concepto mal-amar me parece, en sí mismo,
paradójico. El amor nunca puede ser malo. Y si el presunto amor que
te ofrecen (o que ofreces tú) provoca dolor, o lesiones, o
toxicidad… entonces a esa emoción (o lo que sea) hay que ponerle
otro nombre, más acorde con sus efectos y consecuencias. Uso y
abuso, por ejemplo. Cuidado, no quiero ir yo de coñohonrao (véase
una actualización muy anterior, para entender el concepto): yo
también he mal-amado; o, mejor dicho, usado y abusado de otras
personas, la mayoría de las veces sin intención. Se me ocurren
varios ejemplos, supongo que me tendrán un gran (y merecido) rencor.
Subrayo mi firme voluntad de apartarme de esos senderos. No quiero
estar ahí, ni como objeto ni como sujeto. Espero mantanarme
lo suficientemente lúcido y ético como para conseguirlo. Si veis
que me adentro en esos siniestros bosques, avisadme, por favor. A
veces se me va la pinza y puedo tropezar perfectamente varias veces
en las mismas piedras (o parecidas).
Caca, caca. Apartad de mí semejante cáliz.
Lo
suyo sería cerrar esta actualización con una referencia a cada una
de las personas que me bienaman. No voy a hacerlo, porque –
afortunadamente- la lista es extensa y seguro que me dejaría a
alguien atrás. Pero igual un día de estos retomo mis
“actualizaciones-homenaje”. Tengo varias pendientes, y algunas
son muy urgentes. Otra tareíta que sumar a mi lista de asuntos que
resolver.
Ea,
ya me he despachado a gusto. Chimpún.