Lo he pensado muchas veces: ¿qué ocurre primero, la realidad o el estereotipo que define determinadas realidades? Esto me lo he preguntado, concretamente, acerca del estereotipo gay; y supongo que mi reflexión al respecto puede hacerse extensiva a otros ámbitos de la sociedad humana. Porque, efectivamente, los estereotipos funcionan. De forma más o menos intensa en cada individuo; de manera parcial, a veces; y muy intensa, en otras ocasiones. Pero funcionan. Y comprobarlo, más aún cuando me afectan a mí mismo, no deja de sorprenderme.
A ver: ser maricón consiste básicamente en que te gusten seres humanos de tu mismo sexo. Que te atraigan sexualmente; y quieras establecer con ellos determinados lazos emocionales que identificamos con el concepto de “amor romántico” (esto me ha quedado un poco antiguo; quizá tenga que revisarlo, pero no en esta actualización, que ya tiene bastante miga). Eso define al homosexual: ni más, ni menos. Así, a priori, no tengo por qué identificarme con el resto de maricas del mundo más allá de esa afición tan concreta por confraternizar (ejem) con individuos del sexo masculino. Y aun así, a menudo descubro en mí comportamientos, intereses o simples gustos que repiten otros cientos de miles de maricas; es decir, descubro que respondo al estereotipo. Porque sí: existe un estereotipo homosexual; o varios estereotipos, mejor dicho. Están ahí, y son (somos) muchos los que repetimos ese patrón. ¿Cómo se explica? Pues eso es lo que yo digo: por qué y para qué.
Lo reconozco: me gusta Rafaella Carrá; veo competiciones de gimnasia rítmica; puedo tararear de memoria las canciones de diversos musicales; he ido a un concierto de Madonna; me considero un tipo “sensible”, y también presumido; y sí, vale, vamos a decirlo todo: la banda sonora de “Yentl” me hace estremecer. Osea que, en muchos sentidos, soy un marica de libro: de sacarme en plan alegórico en la carroza más grande de la cabalgata del orgullo, como paradigma del gay español. ¿Cómo he desarrollado yo esas actitudes y aficiones tan tremendamente mariconas? Pues no lo sé, mireuhté. Pero las tengo; son mías. Y además, no me avergüenzo de ellas. Porque ya dije en varias ocasiones que, a estas bajuras de mi vida, procuro no avergonzarme ni de mis gustos ni de mis disgustos, por muy extravagantes o idiotas o frívolos que puedan parecerle a algunos. Y en esos “algunos” incluyo a ese peculiar espécimen de marica que reniega apasionadamente del estereotipo, con tonito de desprecio además, pretendiendo quizá separarse del resto; distinguirse, descollar, sobresalir; o con un afán pelín sospechoso por dejar clara su “masculinidad”. Como si la masculinidad tuviera que ver con rascarse los huevos mientras se bebe cerveza durante un combate de Tyson. Hay que joderse...
Pues eso, que yo, en ciertos sentidos, respondo al estereotipo gay; y muchos otros maricas que conozco, también (iba a decir “la mayoría”; o directamente “todos”, pero me voy a cortar, no sea que haya un sociólogo entre mis lectores y me afee la imprecisión). ¿Por qué? ¿Es que los maricones llevamos tatuado en los genes el “explotaexplotamexpló? ¿Quizá sonaba un concierto de Barbra Streisand en el momento de nuestra concepción? Ahí dejo ambas preguntas, por si hay algún grupo de estudio de la Universidad de Massatchusstes (un poné) que quiera abordar la materia desde una perspectiva científica. Quizá, en realidad, a mí no me interesaban todas esas cosas a pripri; pero he ido cogiéndoles el gusto a base de juntarme con otros gays ya previamente infectados del “virus rosa”. Por lo de buscar una identificación social, sentir que pertenezco a una tribu y todas esas milongas. Mmmmm... No lo creo, la verdad. Que conste que soy perfectamente capaz de darle la vuelta a mi personalidad con tal de sentirme aceptado; y que, a la hora de arrastrarme a cambio de aprobación, no me gana nadie, independientemente de su orientación sexual; pero es que yo no he tenido demasiado contacto con “el ambiente gay” (salvo que incluyamos a varias amigas mías en el concepto de “marica”, cosa nada descabellada, por otra parte). Vamos, que no, que no me convence: descarto la teoría del contagio, al menos como única explicación.
Así que ahí sigo, atribulado por esta duda existencial: si el origen no es biológico; ni las he adquirido por imitación... ¿de dónde salen todas esas actitudes? ¿Qué fue primero, el marica o el estereotipo de marica? ¿por qué señor, por qué, a tantos gays les gustan Fangoria, la ópera, el ballet, Eurovisión, Mónica Naranjo, La Semana Santa o las películas de Almodóvar? (por poner ejemplos definitorios de distintos subgrupos dentro del estereotipo) Pues vaya usted a saber. Si alguien tiene la respuesta, que me la diga, porfaplís. Porque con este sinvivir no sé yo si podré disfrutar del fin de semana. Procuraré hacerlo, eso sí: ¡que ha llegado la primavera!
Así que ahí sigo, atribulado por esta duda existencial: si el origen no es biológico; ni las he adquirido por imitación... ¿de dónde salen todas esas actitudes? ¿Qué fue primero, el marica o el estereotipo de marica? ¿por qué señor, por qué, a tantos gays les gustan Fangoria, la ópera, el ballet, Eurovisión, Mónica Naranjo, La Semana Santa o las películas de Almodóvar? (por poner ejemplos definitorios de distintos subgrupos dentro del estereotipo) Pues vaya usted a saber. Si alguien tiene la respuesta, que me la diga, porfaplís. Porque con este sinvivir no sé yo si podré disfrutar del fin de semana. Procuraré hacerlo, eso sí: ¡que ha llegado la primavera!