martes, 19 de junio de 2012

El síndrome de Pretty Woman




Qué daño han hecho las películas de Jolibú. Antes de ellas fueron los cuentos infantiles (que tienen mucha tela que cortar); y, en general, la moda relativamente reciente de envolver el amor (y la idea de pareja) en todo tipo de mitos románticos. Eso del príncipe azul; la media naranja; las flechas de Cupido y los destinos entrelazados en un nudo de rosas rojas; la pasión enardecida e incombustible; y lo de “eres el único y más grande amor de mi vida” queda muy mono en cierto tipo de ficción, pero son ideas que tienen mucho peligro. O eso al menos creo yo. 

Ese jolgorio de lazos rosa nos invita a crear en torno al amor todo tipo de expectativas absurdas. Buscamos a esa persona que nos complete; que nos arrebate y nos haga vivir en una orgía de sensaciones; que derrita nuestro cuerpo y conmueva nuestro corazón; que sea bella e inteligente, nos comprenda y nos haga reír; que sea capaz de aceptar con buen humor esos defectos nuestros que ni nosotros mismos podemos aguantar; y que despierte en nuestro corazón y nuestra entrepierna una especie de chispa indefinible para hacernos sentir intensamente vivos, eufóricos y plenos. Demasiadas exigencias para un solo cuerpo. 
 

He conocido a gente que, buscando esa sensación tan plena (o creyendo haberla encontrado), ha terminado perdida en un laberinto de deseos insatisfechos; relaciones imposibles o muy conflictivas; y sueños tan dorados como inalcanzables. Desde aquí no los critico, cuidado: es una forma de vivir que me parece muy respetable, y en cierto modo, divertida. Son personas que viajan del cielo al infierno cada pocos meses, y así pasan los días la mar de entretenidas. O que dicen vivir en un continuo estado de absoluta plenitud amorosa. Claro que a estos últimos me los creo menos, la verdad. 

Quizá pienso todo esto porque a mí me van más las relaciones de largo recorrido; porque el país de lo cotidiano es un lugar confortable en el que me siento arropado, un sitio que me gusta habitar. O quizá es simplemente que me estoy haciendo mayor.

4 comentarios:

  1. Es eso... te estás haciendo mayor. A mi hijoperro siempre le digo: "Busca alguien que ni siquiera te haga reir... con que te rías con él es suficiente"

    ResponderEliminar
  2. Entonces yo debo ser muy mayor, pero no porque me gusten las relaciones de largo recorrido... (no sé a qué se le puede llamar largo), sino porque más bien creo que la felicidad eterna está en cada instante, en cada momento de complicidad, en cada caricia a tiempo, en cada risa compartida. No es un todo homogéneo, continuo, seguido, perfecto. No existe. Son miles de momentos diferentes, vivos, volubles, pero vividos intensamente cada uno de ellos. Soy mayor, me doy cuenta que cada vez me quedan menos minutos exultantes y por eso los disfruto más.

    ResponderEliminar
  3. Pues yo soy de las que vivo el instante al máximo, sin pensar en mañana, porque no está en nuestras manos el mañana. ...pero sí el Hoy.. y esta forma de sentir me hace estar en el " aquí y ahora" tan saludable, y en una especial y personal montaña rusa cuando algo me estremece. Y desde luego, mejor sola que mal acompañada, en el sentido de no hablar el mismo idioma. Me bastaría con entendernos con una mirada, un beso o un abrazo en la cama...pero también me muero con unas palabras sencillas, con un mensaje de teléfono que diga...te echo de menos...o con sentirme deseada en el momento más inesperado. Es tan fácil. Puede que suene a romanticismo pero no tiene el perfil de una película con mensaje de "por siempre jamás", pero sí el sentimiento de darlo todo en cada instante sin ninguna duda. Víctima de Jolibu...no sé yo. Quizás haya un principe azul a mi medida.

    ResponderEliminar
  4. Corredora de fondo21 de junio de 2012, 14:21

    Yo creo que Jolibú es demasiado eclesiastico,es decir,muy conservador.
    Porqué nos quieren convencer de la eternidad? miremos a nuestro alrededor.... no funciona!!!

    ResponderEliminar