martes, 12 de junio de 2012

La sorpresa de la injusticia


     


Tiene gracia (es una forma de hablar) que ahora, de pronto, tanta gente diga que vivimos en un mundo injusto; que unos pocos engrosan sus millonarias fortunas a costa de la pobreza de la mayoría; que la ambición desaforada; el ansia por acumular, la egolatría desmedida y, en definitiva, la descorazonada voluntad por atesorar más riqueza a costa de quien sea; son constantes del mundo en el que vivimos. Tiene gracia, digo, que muchos de pronto hablen de la injusticia social: como si hasta ahora hubiésemos vivido en los mundos de Yupi.

Parece que, cuando en España alimentábamos las vacas gordas y hacíamos sonar los cencerros de la abundancia;  llegamos a la (falsa) convicción del que el resto de la Humanidad compartía la feliz fortuna de vivir una realidad de color de fresa. Comprábamos nuestros pisos hipotecados; conducíamos nuestros utilitarios, más o menos ostentosos; lucíamos nuestros trapitos, brindábamos con cerveza fría (o con champán francés) y así, adormecidos en una especie de frívola ebriedad, ayudábamos a construir eso que han definido como el “estado del bienestar”: una divertida fiesta que hacía fácil olvidar a los millones de seres humanos que se morían literalmente de hambre para que nosotros pudiéramos refocilarnos en la filosofía del happy, happy.

Ahora que han emigrado hasta aquí las vacas flacas; que los mangantes nos meten la mano en los bolsillos a nosotros, y amenazan nuestra forma de vida; ahora decimos que la cosa está fatal; que este sistema no tiene sentido, porque sólo sirve para que unos cuantos se enriquezcan a costa del sufrimiento de la gran mayoría. Lo repito: me hace gracia, el descubrimiento. Como si eso fuera una novedad.

No me malinterpretéis: ni quiero renunciar  a mis privilegios; ni soy un ejemplo de coherencia (porque no, yo no he vendido mis camisas de cuadros para irme de misiones a Etiopía, por ejemplo). Pero, de alguna forma, siempre supe que mi bienestar era una losa soportada por las espaldas de otros; que en China o en la India muchas personas arrastran su miseria para que yo pueda comprar muebles baratos. Que este mundo que entre todos hemos montado esconde mucha amargura detrás de la carcajada. Se ve que somos así: una especie sublime y deleznable, entregada al canibalismo más procaz. Quizá sea nuestra marca de fábrica.

Y a pesar de todo, conservo intacta mi confianza en el ser humano: me gusta la gente, creo en el individuo; y en general pienso que los hombres y las mujeres, cogidos así, uno por uno, somos milagros con infinita capacidad para la belleza. Lo que opino de la sociedad, y de sus miserias... Bueno, eso ya es harina de otro costal.

5 comentarios:

  1. "... Y el que este libre de pecado"... esta frase, lejos de parecerme que encubre un acto de irresponsabilidad, para mi retrata como ninguna lo que cuentas y que yo comparto. Basta con mirarse un poquito a uno mismo para pensárselo un poco antes de emitir el siguiente juicio, y para valorar donde estamos y lo que tenemos, porque realmente "todo cuanto había hecho es bueno"

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  2. Creo que ese pensamiento es el que quieren que tengamos: "La culpa es de todos" "Otros están peor" "Somos unos privilegiados"... Si la casta política es capaz de hacer cosas en contra de lo que la mayoría quiere, como es el caso actualmente, también podría haber hecho cosas en favor de determinados sectores más necesitados al margen de lo quisieramos los demás, pero eso rara vez se hace. Yo tengo bastante con ir tirando, que no me pidan a mí que arregle el mundo. Me conformo con hacer pequeñas aportaciones en mi entorno, a la gente que me rodea. No tengo capacidad para otra cosa. Pero tu último párrafo lo suscribo al 100 por 100.

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    1. Estoy de acuerdo en que el ser humano es maravilloso, capaz de las cosas más sublimes, y prefiero quedarme con esa parte aunque está claro que también el polo opuesto es muy posible. Pero desde luego, es cierto que en la época de las vacas gordas no parece que nos hayamos acordado de los millones de seres humanos que pasan hambre cada día. Seres tan valiosos cada uno de ellos como cada uno de nosotros, con las MISMAS necesidades, que nosotros y NO oímos sus gritos desde aquí...

      Seguramente, por cuantificar de alguna manera, de aquellos que entonces estaban pasando hambre hace pocos años, quedarán vivos...cuántos? es decir, nosotros estamos aquí, haciendo balance, hablando y reclamando, pero viviendo al fin y al cabo...y nuestro olvido colectivo da la espalda a la gran parte de la humanidad. Aquéllos ya no están aquí. Murieron de hambre.
      Así que, aún lamentando que nuestro "estado del bienestar" se venga abajo, porque por supuesto, qué duda cabe que lo voy a sufrir igual que todos los de este país nuestro, creo justo que llegue el momento en que se rompa el cántaro y esta burbuja de derroche y despilfarro reviente de una vez. A ver si nos solidarizamos y aprendemos alguna forma de vivir que no sea a costa de los demás. A ver si el dinero pierde el poder que tiene, y lo recuperan otras formas de intercambio y aprendemos a sentirnos más cerca del resto del mundo.
      Esto es como cuando en una peli hay una niña rica y caprichosa y de repente un día se le presenta un hada madrina y le muestra cómo vive una niña pobre..y le cambia la vida!! qué pasa con nosotros? nos echamos a temblar porque peligra nuestra adinerada vida y nuestras dependencias sociales de bienestar, seguridad.....que no, que la gente tiene que despertar, pero no sólo a nivel de protesta, que hay que descubrir la seguridad en las cosas que no tienen precio y que hemos olvidado. Bueno, yo espero no estar en ese grupo, me daría mucha pena.
      ME quedo con lo de que somos maravillosos, pero no sólo los que estamos en este país, los que pasan hambre lo son de la misma manera e incluso más porque sonríen más sinceramente que nosotros. Tenemos mucho que aprender todavía. Un abrazo a todos.

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  3. Bueno, yo solo me quedo con una parte de la gente...
    Me gusta que confies, quiza es verdad. Pero por más que quiera no puedo compartirlo.
    Me gusta el articulo.
    No te preocupes si no responde mucha gente. Está la gente algo estresada con el guasap!!

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  4. Desde luego que sí..María. Lo del Whatsap es para dedicarle otro articulo. Al menos yo. Resulta que las tecnologías están pensadas para acercarnos, comunicarnos...y los móviles especialmente hacen que estemos en contacto aún estando muy lejos...y resulta que se da la paradoja, incómoda paradoja, de estar sentada al lado de alguien en una mesa y que esté muy lejos de tí en ese momento, porque está completamente inmer@ en el teléfono...
    Resulta que se suele tolerar con bastante normalidad esta falta de educación y de respeto por los que están en ese momento alli. Es como si alguien te habla mirándote a los ojos y tú miras hacia atrás, dándole la espalda...será que me educaron en el respeto y esas cosas...ya en desuso.

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