Resulta que, en los últimos meses, varias amigas y conocidas se han
convertido en madres, o están a punto de alumbrar a sus retoños. Yo
siempre he tenido (y sigo teniendo) muy claro que la procreación no
entra en mis planes. ¿La razón? Podría dar muchas, pero en realidad basta una, que es (pienso
yo) la más importante de todas: no quiero tener hijos. Así de fácil, y
así de claro. Pero con tanto nacimiento me
ha dado por darle vueltas a eso de la paternidad: ¿por qué quiere la
gente (así, a lo bruto, en general) tener descendencia? ¿Qué mecanismo
(social, biológico, atávico o cultural) empuja a tantos seres humanos a
prorrogar nuestra presencia en el Universo a través de una nueva
generación? Imagino que, en mi misma línea argumental, casi todo el
mundo me respondería lo mismo: “tengo hijos porque quiero”. Me parece la
respuesta más contundente, más clara y más incontestable: la voluntad,
simple y llana, da sobrada validez a nuestros comportamientos. No
hay por qué mirar más allá, ni buscar otras justificaciones. Lo hago
porque quiero. Y con eso debe bastar.
Pero yo, que tengo cierta tendencia a plantearme cuestiones inútiles,
me lo pregunto: ¿por qué tiene la gente hijos? O mejor, ¿para qué lo
hacen, qué buscan cuando toman esa decisión? Si le quitamos a la
maternidad (también vale para la paternidad) todo ese halo romántico que
suele rodearla; si eliminamos el azúcar y la miel, , y dejamos sólo el
hecho desnudo y primordial de la procreación. ¿Qué nos queda? Supongo
que cierta ansia de permanencia; la idea de que, a través de nuestros
hijos, seguiremos, de alguna forma, habitando este mundo nuestro tan
hostil. También la necesidad de avanzar en la vida, de buscar nuevos
objetivos que den cierto sentido a nuestra arbitraria existencia. Y
definitivamente creo que mucha gente tiene hijos porque sí, porque es lo
que toca; porque así es la vida que nos han enseñado a vivir.
Muchos padres envidian (de forma más o
menos explícita) la rutina de los que hemos decidido renunciar al plan
de formar una familia. Se supone que somos más libres; que tenemos menos
preocupaciones, y podemos dedicarnos más frívolamente a disfrutar de
nuestra despreocupada vida. En cierto modo llevan razón: tener hijos
supone una servidumbre que yo (sin ir más lejos) no estoy dispuesto a
asumir. Pero a nosotros, a los “no-padres”, nos queda enfrentarnos al
vertiginoso abismo de elegir nuestros propios objetivos; de buscarnos
metas que realizar, ilusiones que cumplir, sueños que alimentar y,
quizá, llevar a cabo. A veces no resulta fácil ese trabajo. Hay que
tener mucha imaginación; y mucha fuerza de voluntad, en todo caso.
Me ha salido una actualización un
poco extraña. Ya vendrán días más frívolos, espero.
sábado, 9 de junio de 2012
Perpetuándonos... o no
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Tanto tener un hijo como no tenerlo son dos decisiones muy importantes, pero lo que importa de verdad y sobre todas las cosas es hacer lo que te de la gana.
ResponderEliminarBajo mi punto de vista pienso que es un paso muy importante , quitándole toda la miel..., para el desarrollo de habilidades perdidas o atrofiadas.
Yo elegí con Mar el tener a mi Nilo y aquí está, está siendo muy dificil, de hecho pienso que es el desafio más grande al que me he enfrentado , pero cada día me alegro de nuestra decisión.
sí que es difícil ese trabajo, más de lo que uno se cree....
ResponderEliminarEl porqué decidí ser madre no lo sé... conociéndome como me conoces - a pesar del anonimato - comprenderás facilmente que eso de la miel no va conmigo y nunca me lo creí... sin embargo,reloj biológico, llamada de la naturaleza, instinto animal... lo que sea: un día lo pensé y aquí está Miguel.
ResponderEliminarAhora, no estoy de acuerdo con la parte final de tu escrito: parece que los que tenemos hijos renunciamos a ser uno mismo para ser parte de otro. No lo veo así. Es más, te diría que en mi caso, cuando mi hijo tenía un par de años, me di cuenta de que mi "yo" estaba un poco olvidado... Creo que es un error inmenso vivir sólo a través de la vida de tu hijo. Tienes que ser una referencia para él... y si no tienes sueños, ilusiones, objetivos... y también miedo e inseguridades propios, eres sólo una madre psicótica.
Madres psicóticas hay muchas.... Pero lo que quiero decir es que los hijos constituyen en sí un objetivo, hacen que tu vida avance, te obligan a ir cubriendo etapas... esas cosas. Por supuesto que los padres y madres también son individuos, y si olvidan alimentar sus propios propósitos... Bueno, acabarán siendo bastante infelices (y haciendo bastante infelices a sus hijos, además). También es cierto que, para mucha gente, llevar adelante a la familia es un objetivo vital más que suficiente. Diría que muchos piensan que es el único objetivo que, para ellos, da sentido a la existencia; y de acuerdo con esa idea justifican muchas barbaridades. Pero eso ya es harina d eotro costal...
Eliminar(creo que he estado un poco difuso en mis reflexiones, pero es que hoy no doy para mucho más)
Personalmente, cada uno tiene uno o varios motivos por los que decidir ser padres: desde el conocido reloj biológico en las mujeres hasta cualquier otro. Pero en mi humilde opinión, bajo cualquier argumento y justificación que nos lleva a tomar la decisión de ser padres, subyace una razón universal, una razón más poderosa y aunque en muchos casos se sienta en un lugar del inconsciente colectivo, en otros se siente en el lugar más consciente de nuestro corazón: es el deseo de amar y ser amados incondicionalmente por un ser, y ese deseo es intuido por todos los que no son padres y realizado en los que lo son.
EliminarRealmente esa incondicionalidad existe, no hay un amor más limpio y entregado que el de una madre o un padre a un hijo. Yo hablo desde mi rol de madre. Pero mis hijos no son de mi propiedad, cosa que a muchos debe asombrar. Los hijos no nos pertenecen, somos los vehículos a través de los cuales ellos llegan a este mundo, pero sus decisiones y sus vidas son de ellos. En mí tendrán siempre un hombro en el que llorar, un abrazo que recibir, un beso, una palabra y un consejo cuando me lo pidan. Volarán solos y siempre contarán conmigo. Hagan lo que hagan, digan lo que digan...les amaré. Esa es la incondicionalidad.
POr eso, cargar a los hijos con la pesada tarea de "hacer felices" a los padres con sus vidas, o a través de sus elecciones, es una triste e injusta posición como padres.Y por desgracia ocurre. Supone asegurarles una culpabilidad por no seguir un camino determinado, una elección "acertada", que signifique coincidir con la "esperada". DEsde luego, esta no es mi intención. Su felicidad por encima de todo...la suya. Al igual que yo busco la mía.
Además, ser madre abre el corazón. A mí desde luego, que no me hace falta comer sardinas para beber agua...(jajaja), me ha convertido en una persona más generosa en mi forma de darme a los demás. Y hay sitio para muchas formas de amor. Aunque el amor es amor al fin y al cabo.
Hay que empezar por amarse uno a sí mismo y de esta forma desarrollar el darse a los demás, sin esperar que te amen o que te devuelvan de la misma manera...cada uno es como es, cada uno ama como puede, como ha aprendido o como siente en su corazón. Pero todo lo que se da es devuelto, así que amar es ya recibir.
La experiencia de ser madre es maravillosa, a pesar de las noches sin dormir, de las preocupaciones cotidianas, de las dolorosas contracciones al parir. Uno siente que forma parte de lo animal, de lo eterno, que contribuye a que todo siga rodando...gira el mundo gira en el espacio infinito....como dice aquella canción.
Hay un sacrificio en la decisión, pero en esta vida todo tiene un sacrificio intrínseco, también existe en la de no tenerlo seguramente. Uno renuncia a este privilegio a cambio de otras cosas. Respetable y comprensible.
La maternidad puede ser un camino hacia el aprendizaje, hacia el descubrimiento de nuestras posibilidades y un reto. Par mí lo es cada día, al enseñarles a mis hijos que tras una caída, me levanto. Y ayudarles a levantarse a ellos cuando me lo pidan. Estamos para aprender, para caernos y levantarnos. Ese es el camino el que todos estamos...caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Yo creo que las que elegimos ser madres lo hacemos porque pensamos que no estaremos completas hasta que no lo seamos... y aunque antes de ser madre eso era solo una hipótesis, he descubierto después del nacimiento de mis hijas que realmente es así, tengo la certeza de que yo nací para ser madre.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, No en todo pero en general.
ResponderEliminarA mi por no tener prole me han llamado egoista. Y es verdad, que dificil es tener que tirar "inventandose" (....)
A Pastora, Que fuerte me parece lo de"...yo nací para ser madre...." Y sí por lo que fuera no hubiears podido tener a tus hijas? Para que habrías nacido?
Hay muchas mujeres en esas cirucnstancias (y en innumerables circuastancias)
No creo en la incondicionalidad del amor de una/un madre/padre a un hijo/a, y viceversa, simplemente no creo en la incondicionalidad...y no es que no crea que pueda existir, ni que esté en contra de que exista, simplemente no se da en la mayoría de los mortales, al menos los que yo conozco.
ResponderEliminarAlcanzar la incondicionalidad afectiva (ya no te digo otras) requiere almas al menos en grado vigesimo octavo de cualquier escuela espiritual... quiero decir, si esto se diese, no habría tanta descendencia negando padres y tanta ascendencia repudiando hijos...,que sí, que son los menos,porque condicinalmente damos lo que se espera de nosotros para recibir lo que esperamos de ellos. Y yo misma no me pensaría tanto la tarea que debe dar el ser madre si supiese que haga lo que haga el amor de mi hijo sería incondicional.
No habría culpas si fuese así,ni sentimientos de vacío y abandono. Tampoco habría tantos cuidados, ni las condiciones del contrato cambiarían con cada sociedad. No está mal la condicionalidad, ahora bien, libres lo que se dice libres no nos hace.