Me encanta la Navidad. Seguro que
much@s la odiáis: algun@s con convicción y otr@s por simple esnobismo. Porque
queda muy guay decir que la Navidad es una patraña, un invento de los grandes
almacenes para que comamos y bebamos y compremos y consumamos a gogó. Ya ves tú,
como si el resto del año anduviéramos cultivando acelgas en una comuna hippy, o
donando nuestras teles de plasma a los sintecho del mundo. Cuánta impostura y
cuánto mamarrachismo. Aceptémoslo: vivimos en el universo de la frustración para el consumo,
y las fiestas navideñas no son ajenas a esa mercadería. ¿Por qué habrían de
serlo? Sí que es cierto que las Navidades llegan demasiado pronto: hasta a mí
me resulta un poco jartible ver escaparates cuajados de estrellas doradas a estas
bajuras del año, ya mismo tendremos que poner a los pastores en bañador y
brindando con gazpacho, lascosascomoson. Pero, cuando la Navidad llega en
tiempo y forma…¡están las calles tan bonitas, con tanto brillerío y tanta luz
de color! ¡Se respira tan buen rollo! La gente saluda con una sonrisa más
amplia; te encuentras de nuevo con los amiguitos que viven lejos; parece que
hay más argumentos para celebrar que estamos vivos… Bueno, y este año está,
además, el anuncio de la Lotería de Navidad. Sólo por eso ya merece la pena el
empacho de turrones. Dónde va a parar. Amos, amos.
Yo he llorado mucho con los
anuncios de Navidad: el del famoso calvo me estremecía hasta los tuétanos; y
recuerdo varios de la Coca-Cola que me han hecho derramar lagrimones como Estrellas
de Belén. Aquel momento en que Papá Noël y los Reyes Magos se abrazaban… ¡ay,
qué cosa tan emotiva y tan de quererse mucho y reconciliarse! Yo es que soy muy
de que me lleguen esos mensajes de solidaridad y amor. Muy de tararear “al
mundo entero quiero dar, un mensaje de paz” y que se me pongan los pelos a lo
afro (los del cuerpo, claro: si los escasos cabellos de cabeza se reproducen lo bastante como para ponerse a lo afro, creeré
para siempre en el Milagro de la Navidad; y prometo peregrinar hasta el
mismísimo Belén para comerme el pienso que quede en el Sagrado Pesebre, ja me dé
una intoxicación de la misma muerte). En fin, que sí, que esos mensajes
sentimentaloides y requetemanidos me llegan, a ver qué le voy a hacer. Y así he
vivido yo, toda mi existencia: conmovido por los anuncios de la Navidad. Hasta
este año. Porque el anuncio de la Lotería de este año, más que conmoverme, me
ha perturbado. Y mucho. Al estilo de “El hombre elefante” o “La parada de los monstruos”,
pero con purpurina cayendo. Lo que se dice pánico bajo el acebo.
¿A quién, en qué momento, se le
ha ocurrido juntar a esos cinco entes humanos – ejem- y hacer con ellos… hacer
con ellos… hacer con ellos ESO! ¿Quién le ha dado el visto bueno a tamaña
MIERDA CATÓDICA? Os juro que, cuando vi por primera vez a esa Montserrat Caballé
saliéndose del pellejo; con el peluconazo de Pichardo y los ojos desorbitados, dignos
del Stanley Kubrick más siniestro… os juro que supe que iba a dormir mal hasta
el mes de mayo, ¡y eso con suerte! ¿Por qué, Señor; por qué me sometes a esta
prueba terrible? ¿Por qué pueblas mis pesadillas con semejante Gollum metido a Pimma
Donna? La Marta Sánchez más encantada de conocerse a sí misma, que parece a
punto de hacerse un dedo mirando su reflejo en un bombo de lotería; ese
Bustamante estucado hasta las trancas, que sólo le falta el gotelé, apretando
el esfínter para dar semejantes agudos infames; la Niña Pastori, que tiene de
Niña lo que yo de fallera mayor (aún no entiendo por qué la han metido a ella
en el anuncio; lo mismo por lo de “pastori”, que es tan navideño. “A Belén,
Pastori, a Belén, chiquitos…” Eso será); y ya en el colmo del dolor y el
insulto, un Rafael (grande, siempre, Raphael) en el extremo de su caricatura,
amenazando con comerse a dos o tres figurantes con velita, de
tanto que abre la boca. El momento final; lo de la cantinela de los niños de
San Ildefonso, ya es que es de cogerse el coño y hacerse la muerta. Con perdón
de mis refinados lectores.
Tanto me ha impresionado este
anuncio, que he llegado a pensar que en realidad se trata de una parodia; y en
algún momento veremos el spot de verdad, el de quedarse con los ojos húmedos y
desear darle un abrazo al primero que se ponga por delante. Pero parece que no,
así que ya sólo me queda rezar para que el anuncio de la Coca-Cola me sumerja
en un espíritu navideño en condiciones. O ponerme en el youtube aquello de “Las
muñecas de famosa se dirigen al portal”. Sí, definitivamente me apunto a esta
opción. Porque la melancolía, “en estas fechas tan entrañables”, es algo que
nunca falla.
Muy bueno Javi. Me he descojonao.
ResponderEliminarAruiz
Tienes más razón que un santo! como el niño lo vea se vuelve pa`entro!!! que susto mare mia!
ResponderEliminarjajajajajjajajaja...Grande!...No puedo estar más de acuerdo ..
ResponderEliminarGracias....
Fdo: C.H.